El abrazo es la primera forma de medicina y protección que se inventó en el mundo. Un bebé de cualquier especie se aliviará de todos sus miedos, dudas, frío, nerviosismo estando entre los brazos. Igualmente, todo adulto se sentirá reconfortado, acompañado, unido, aliviado, con un abrazo sincero.
Un abrazo diario eleva nuestra estima, mejora el sistema inmunológico, nos une. Dos abrazos multiplican el efecto. Tres abrazos diarios tienen un poder sanador, anti estrés, protector.
Los abrazos nos alivian cuando perdemos a un ser querido o estamos en desgracia, teniendo un gran efecto en la unión familiar. Calman la ansiedad, la depresión, los dolores en general. Si no tienes a quién abrazar puedes abrazar a un árbol, un peluche, a ti mismo.
Las prisas, la vorágine de la vida ya están haciendo olvidar los abrazos, quedando tan solo para los aniversarios, los ascensos, las ocasiones especiales y no como algo natural, inclusive en ocasiones, hasta se mal interpreta. El abrazo es una medicina que todos tenemos a nuestro alcance y cada vez está escaseando más. Es como tener el aire con más oxígeno y negarnos a respirarlo.
Es realmente insospechado todo lo que podemos curar con los abrazos, desde un simple perdón hasta una enfermedad. Al abrazar sinceramente podemos equilibrar nuestras energías y desplazar la negatividad de ambas personas o de todas las que participen en el abrazo. Si sumamos 1 + 1 matemáticamente el resultado será 2. Si dos personas se abrazan, el resultado será hasta donde se quiera llegar, ya no son 2, sino una suma de energía universal que potenciará la sinceridad, el amor, la amistad, la sanación. Por supuesto, un abrazo con cariño, con entrega.
En todo caso, el abrazo debe ser sincero, con disponibilidad total, compartiendo energías de armonía, abierto en ofrecerse pero cerrado en un núcleo de amor al momento de abrazar. Mucho más allá de las palabras, de las hipocresías, de las miradas, del contacto carnal, es la unión de la parte espiritual y divina de cada uno.
El abrazo lleva consuelo, combate la depresión, levanta el ánimo, mejora el sistema inmunológico, aumenta la autoestima. Los abrazos son de compartir, no solo de dar.
Los abrazos pueden ser inmensos como los del oso, con todo el cuerpo como entrelazándose, con contacto de mejillas y besos en mejillas, frente, cráneo o boca, no simplemente un beso, sino con abrazo. Podrá sentirse inclusive los latidos del corazón de la otra persona y unirlos al nuestro.
Igualmente, pueden ser abrazos de costado al caminar, al ver televisión, al mirar una puesta del sol, no de apariencia, sino de sentirse bien con la pareja, hijos, padres, amigos.
Pueden ser abrazos de más de dos personas, inspirando la unión, la amistad, las cadenas fraternales. Es decir, no hay límites para el abrazo, el límite somos nosotros mismos.
Una vez que das el abrazo, no juzgues, ni tampoco te obsesiones. Debe darse con toda la entrega. Es como lanzarse al vacío, sin miedos, no debe existir la vuelta hacia atrás. No intentes resolver los problemas del otro, sólo ofrece tu abrazo, la energía hará el resto.
¡Abraza a alguna persona cercana ahora mismo!