La herida del abandono en el humano, es un sentimiento basado en el vacío que se crea en las personas cuando son pequeñas. Llegando a alcanzar un trauma en el peor de los casos.
Y ¿cómo se produce esta herida? Principalmente, suele ocurrir que, el niño siente la ausencia de uno de sus padres, normalmente la madre. Esta ausencia puede ser real, cuando la madre fallece, o inicia otra forma de vivir, pero también, está ocasionada por las ausencias emocionales provocadas por la depresión que padecen tantas mujeres, entre otras causas.
En cualquier caso, el niño siente que hay un vacío porque el adulto ya no está como antes. Ese vacío genera un dolor profundo de abandono, de sentirse solo, que le lleva a vivir la soledad como algo traumático. Buscando igual que un adicto, la compañía al coste que sea. Porque la soledad que siente es tan abrumadora que no puede soportarla.
La soledad le ahoga el pecho. Le hace sentir que no es querido. Que no le importa a nadie, puesto que siente que no hay nadie a su lado. Le hunde en la tristeza profunda cuando es niño, le lleva al apego enfermizo, y de adulto pasará por estados de depresión muy limitantes, por dependencias destructivas, etc…
Por otro lado, ese niño en el futuro, tendrá problemas para sostener en el tiempo, relaciones, trabajos, amistades, etc… Es decir, le costará mantener relaciones duraderas porque antes de volver a sentir la herida del abandono, preferirá dejar él la relación ( de amistad, de trabajo, de lo que sea), evitándo el dolor de ser abandonado, para que el sentimiento de vacío que lleva en su interior no crezca, no le devore hasta el alma.
Y ¿cómo se mejora en este trauma?
Haciéndose uno consciente de su propio dolor, trabajando muchísimo en ello. Con ayuda de terapia o con autoconciencia.
¿Qué es autoconciencia? Es poner la observación en uno mismo.
Observando, cada momento que vives desde dónde lo vives. Desde el equilibrio o desde el trauma.
Conociendo, cuáles son tus puntos débiles que te llevan a huir de las situaciones. Para reforzarlos con lo más necesario para ti de forma sana.
Valorando, todo lo que recibes y también todo lo que ofreces, siempre en su justa medida. Para no dar de más, ni para demandar demasiado.
Buscando, siempre el equilibrio ajustado. Habrá veces que lo consigas, y otras muchas que no, pero, eso no debe detener tu desarrollo emocional. Busca siempre con cariño y comprensión tu parte más equilibrada y nútrela.
Comprendiendo, que las heridas dejan marcas y que esas marcas hay que suavizarlas por nuesto propio bienestar.