En el antiguo Egipto, tras las inundaciones del río Nilo los egipcios descubrieron que la mejor tierra para sembrar y hacer crecer algo nuevo otra vez, estaba en el lodo que quedaba en los márgenes del río, proporcionado abundancia de cosechas. Descubrir que la mejor tierra es la que está en el fondo, en las profundidades, nos permite hoy en día, extrapolar este contexto a las emociones. De manera que tocar fondo, aunque sea extremadamente doloroso, es también el terreno perfecto para sembrar aquello que necesitamos para levantarnos más seguros, es en nuestro propio fondo dónde encontraremos todo lo que necesitamos para avanzar en esta vida. Aquí en el fondo más profundo, más fangoso, podremos observarnos, escucharnos y ofrecernos las opciones que mejor nos van a pautar sobre aquello que nos ayudará a superar nuestros bloqueos internos.
Cuando tocamos fondo solo tenemos dos opciones, quedarnos ahí encogidos por el dolor de la caída o prepararnos para coger fuerzas e impulsarnos en nuestra recuperación.
Personalmente pienso que ambas opciones son muy válidas. Pues, cuántas veces nos ha pasado que después de tocar fondo, nos quedamos sin fuerzas, agotados y más aún, viendo sangrar las heridas, mientras decidimos hasta cuándo las lloraremos y desde cuándo las empezaremos a lamer para que cicatricen.
De igual modo, cuántas veces hemos llegado a ese fondo, hemos visto lo que allí crece y tomando aquello que nos da coraje y energía, hemos empezado a salir de nuevo hacia arriba, sin permanecer mucho tiempo en ese sitio para no involucrarnos con él.
Dice Alejandro Jodorowsky que: “Existimos porque el universo nos necesita. En lo más profundo de nosotros sabemos quiénes somos y también a qué hemos venido.»
Basándonos en esta cita, si en lo más profundo de nosotros es donde hallaremos las respuestas a nuestros mayores interrogantes, sería conveniente cambiar nuestra percepción interna de que tocar fondo es malo. Quizás si nos permitimos observar qué tenemos cada uno en nuestro fondo, qué nos falta ahí y qué nos sobra, llegará el día que podamos cultivar todo lo que nos sea necesario para la próxima vez que volvamos.
Entiendo que es un ejercicio de observación y un darse cuenta muy complejo e introspectivo que requiere de un análisis constante en los momentos de caída. Siendo estos momentos los menos apetecibles para realizar estos ejercicios, si nos centramos en el dolor que sentimos, sin embargo, cuando las ganas por estar bien son mayores y nos permitimos darnos aquello que en realidad necesitamos, la compensación que se obtiene al finalizar la tarea, merece el tiempo y la dedicación que inviertas, pues te servirá de maduración, de zona de confort. Adelante, toca fondo, siembra y crece.